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viernes, 7 de septiembre de 2012

El Día Que Me Falló Wendy. (Odio Los Fritos De Pimento De Tu Barrio)



“No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y…
Wendy se levantó y encendió la luz: él
lanzó un grito de dolor… “
(James Matthew Barrie, Peter Pan.)


   Vaya día habíamos elegido para ir de potes, pero a mi me encantaban los fritos de pimiento y le tomé la palabra.
A los ojos de su barrio, esperar ver los suyos bajo la lluvia se me hizo eterno, me sentí cual aguja en un pajar, un puto mariachi abandonado en un barrio que no es el mío, fui como el átomo de menor electronegatividad en la estructura de Lewis y como en el rincón de mi plantón no tenía papel, le escribí esto en el envoltorio de un frito de pimiento que guardaba en mi bolsillo.
Tan pronto cesó la tormenta y a base de pliegos hice con él un bonito barco, no era un yate ni un catamarán sino más bien un sencillo barco de papel, de esos que ni fu ni fa, pero le puse música.
Los pies de las casas eran auténticas aceras-arroyos que deslizaban inusuales lazos de colores que lamían el camino hasta su portal y sobre ellos, en la puerta del Gaztetxe, deposité con ternura aquel barco de papel que llevaba consigo música y huellas de un frito de pimiento con restos en forma de letras por la saturación de aburrimiento que me invadió tras esperarla, buscarla y no encontrarla en aquella selva con olor a pócimas y venenos.
El barco, eligiendo la vereda de color rojo, inició su brusco paseo corriente abajo perdiendo letras con cada sacudida del agua, pero yo al principio le metí números para hacer contrapeso, aunque para ello tuviera que mojarme hasta el tuétano.
Y entretanto el galeón, a unos metros de su portal, se aferraba a su integridad entre grafías que limitaban el final de un desagüe de esperas y paciencia.
Calado de lluvia e ilusión, volví a casa, ataviado de números y apuntes, esquivando noctámbulos de ojeras-cuevas, para dormir con la nostalgia de no haber visto sus ojos, pero risueño por todo lo que había dado de si tomarme mi tiempo esperándola.
Morfeo se burlaba de mí repartiendo buenas noches pero esa noche era especial y le dediqué otro escenario.

En el crepúsculo matutino recibí una sorpresa y no fue el gallo del amanecer;
Su lengua despertó al “bobo” que llevo dentro y sus ojos de golosina me lo dijeron todo;
-“Vino tu barco a mi zulo. Que bobo eres!! Habíamos quedado hoy no ayer. Vámonos de potes que hace un día cojonudo.”-
Abrí los ojos y miré por la ventana, aquella  mañana el sol salió para todo el mundo menos para nosotr@s...
Porque yo me di cuenta que los fritos de pimiento de su barrio no eran para mí, entonces bajamos las persianas y subimos las camisetas,  gozando de aquel magnifico día soleado nos fundimos en la cama, para procrear bolcheviques…                                        
                                                          …hasta que llegó Wendy y encendió la luz.

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