“No
puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y…
Wendy
se levantó y encendió la luz: él
lanzó
un grito de dolor… “
(James
Matthew Barrie, Peter Pan.)
Vaya día habíamos elegido
para ir de potes, pero a mi me encantaban los fritos de pimiento y le tomé la
palabra.
A los ojos de su barrio, esperar
ver los suyos bajo la lluvia se me hizo eterno, me sentí cual aguja en un
pajar, un puto mariachi abandonado en un barrio que no es el mío, fui como el
átomo de menor electronegatividad en la estructura de Lewis y como en el rincón
de mi plantón no tenía papel, le
escribí esto en el envoltorio de un frito
de pimiento que guardaba en mi bolsillo.
Tan pronto cesó la
tormenta y a base de pliegos hice con él un bonito barco, no era un yate ni un
catamarán sino más bien un sencillo barco de papel, de esos que ni fu ni fa, pero le puse música.
Los pies de las casas
eran auténticas aceras-arroyos que
deslizaban inusuales lazos de colores que lamían el camino hasta su portal y
sobre ellos, en la puerta del Gaztetxe, deposité con ternura aquel barco de
papel que llevaba consigo música y huellas de un frito de pimiento con restos en forma de letras por la saturación
de aburrimiento que me invadió tras esperarla, buscarla y no encontrarla en
aquella selva con olor a pócimas y venenos.
El barco, eligiendo la
vereda de color rojo, inició su brusco paseo corriente abajo perdiendo letras con
cada sacudida del agua, pero yo al principio le metí números para hacer contrapeso,
aunque para ello tuviera que mojarme hasta el tuétano.
Y entretanto el galeón, a
unos metros de su portal, se aferraba a su integridad entre grafías que
limitaban el final de un desagüe de esperas y paciencia.
Calado de lluvia e
ilusión, volví a casa, ataviado de números y apuntes, esquivando noctámbulos de
ojeras-cuevas, para dormir con la
nostalgia de no haber visto sus ojos, pero risueño por todo lo que había dado
de si tomarme mi tiempo esperándola.
Morfeo se burlaba de mí
repartiendo buenas noches pero esa
noche era especial y le dediqué otro escenario.
En el crepúsculo matutino recibí una sorpresa y no fue el
gallo del amanecer;
-“Vino tu barco a mi zulo. Que
bobo eres!! Habíamos quedado hoy no ayer. Vámonos de potes que hace un día
cojonudo.”-
Abrí los ojos y miré por
la ventana, aquella mañana el sol salió para
todo el mundo menos para nosotr@s...
Porque yo me di cuenta
que los fritos de pimiento de su
barrio no eran para mí, entonces bajamos las persianas y subimos las
camisetas, gozando de aquel magnifico día
soleado nos fundimos en la cama, para procrear bolcheviques…
…hasta que llegó Wendy y
encendió la luz.
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