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jueves, 25 de abril de 2013

La Espiral De La Imaginación.



“Protesto cuando digo que no sigo colaborando.
Resisto cuando me ocupo de que tampoco los demás colaboren.”
 (Ulrike Meinhof.)
   




Imaginamos una bombilla, una cápsula de fino cristal, frágil y circular. En su interior un gas inerte y unos filamentos metálicos delicadamente finos y unidos a un casquillo. Qué ingeniosos fueron Nikola Tesla y Thomas Edison aquel año de 1879. ¿Qué no?
Ahora apagamos la bombilla y cerramos los ojos, quien tenga alma que tampoco lo cierre.  Abrimos la imaginación y un poco los sentidos. Incluso podemos ver con los ojos cerrados. Imaginamos un campo de pajizo trigo, el viento mece sus espigas de aquí para allá, son auténticas olas en el trigo, arriba en el cielo las nubes viajan muy deprisa como alborotadas. Y abajo, los cipreses de una vereda se balancean como queriéndolas acompañar en forma de basta batuta, pero el fotograma al completo está bajo el hechizo de un alquimista que ha encantado a todos los personajes para que no puedan levantar el vuelo, el mago antes de dispararse en el estómago era, para quienes lo conocían, un viejo chiflado que pintaba la naturaleza sin apenas lograr ponerse de acuerdo con ella. Tras su muerte, en la más absoluta pobreza, ese  ilusionista de lienzos, pinceles y colores se conoció al mundo como  Vincent Van Gogh.
En este mundo moderno donde es el nobel de la paz un conocido genocida, los locos son cuerdos y los cuerdos están locos de atar, nos encontramos entre todas las verdades más mentiras que verdades. Verdades como las lunas de Li Po, el poeta inmortal que, con su tinta y su lírica, inmortalizó satélites naturales, ríos, montañas y vasos de jiu.
Mentiras que dan lugar a controversias y controversias a medias verdades porque cuando normalidad o ser “normal” es la máxima expresión, la estupidez baila descalza en el escenario más alto de todos. La normalidad es absurda y fría pero nada de todo esto es lo que parece.
Ahora trasladémonos a Alemania, cuando el choque entre burguesía y proletariado alcanzó, por entonces, su máxima crudeza. La roja oscuridad corría sigilosamente entre la fisura de las clases dominantes y el proletariado. Imaginamos un edificio de hormigón, puede ser la cárcel de máxima seguridad de Stammheim, en Stuttgart, Alemania Federal, año 1.977.
Imaginamos su interior, el dolor encerrando, una acumulación de –para el estado alemán- deshechos sociales o políticos. Centrémonos más adentro, celda 719;  Andreas Baader, celda 716; Jean Carl Raspe y celda 720; Gudrun Ensslin, todos ellos comunistas. Los dos primeros amanecen, en sus celdas de la prisión más segura del mundo, con sendos disparos en la cabeza y la tercera,  ahorcada con un cable de teléfono. Cuando a los gobiernos se les enciende la cápsula de fino cristal, frágil y circular son más ingeniosos que los mismísimos cerebros de Tesla y Edison, es por ello que la noticia de un “suicidio” corrió como los rayos a la cometa de Benjamin Franklin, como la luz y por ello es sabido que las verdades están llenas de mentiras y controversias.
¿Qué nos imaginamos ahora?
Imaginémonos mucho antes, en el siglo XIX. Seguimos en Alemania. Una casa, un copioso día nuboso, entramos, como en los sueños, por la ventana a una de las habitaciones; una mesa, un tipo de grandes barbas traza con su pluma sobre cuartillas parte de la teoría de la lucha de clases, su nombre Karl Marx y su legado será admirado, reconocido y continuado por todos los proletarios con conciencia de clase. Por otra parte, viendo perjudicados sus privilegios, será manipulado por la burguesía y los imperialistas. De nuevo entran en juego las controversias. Pero a muchos no nos la cuelan, tampoco se la colaron a Ulrike Meinhof pero también amaneció “suicidada” en una de las celdas de la prisión más segura del mundo, Stammheim, celda 718. Su cerebro, al igual que el de otros militantes de la RAF fue separado ilegalmente de su cuerpo para futuros experimentos científicos.
¿Nos imaginamos a Ulrike en una casa, con sus dos hijas pequeñas y su mortífera arma; una máquina de escribir, fusionando al Socialismo Científico con el movimiento proletario?
Imaginad lo que da de sí una bombilla, el fotograma al completo de todo lo que unos pocos dan para que la mayoría podamos vivir mejor.
Y me pregunto; ¿Quién cometió esos “suicidios”? ¿Quiénes se vieron beneficiados de ellos? ¿Quiénes perjudicados?
Espiral, espiral, espiral, espiral, espiral…

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