“Toda
escritura es una porquería.
No
creo en la musa ni en la inspiración ni en nada.”
(Leopoldo
María Panero.1948-2014)
-Relato basado en un
vaso de leche.-
Me llamo Pedro. No, me llamo Jordi. Tampoco. No doy una, ni
dos, pero no estaría mal llamarme Aire aunque sólo sea por un día, pero a mis
progenitores, con toda la buena intención del mundo, se les ocurrió otra
designación, en otros términos no sé si con fines memorables u ordinarios pero,
en fin, al igual que con los genes, he de apechugar hasta el fin de mis días
con ella. Aunque mi nombre importa más bien poco, no me desagrada y cualquiera
de las cuatro derivaciones son aceptables, imagino que no debe ser fácil
decantarse por el nombre de un primogénito. No lo imagino, lo afirmo. Por muy
sencillo que parezca, siempre se busca uno que tenga su encanto, que suene bien
o que nos transmita sentimientos, no es difícil abrir una libreta por cualquier
hoja y garabatear en ella una mimada lista de los supuestos nombres, hoy día
hay libretas en casi todas las casas, antes no y contando que hubiera una,
sería usual no hallar un bolígrafo o un carboncillo. Si tenemos ambos objetos y
algo de imaginación, todo fluye como el rio entre los hayedos del valle de
Esteribar. Antiguamente, desconozco si por falta de libretas, imaginación o
considerándolo un acto afectuoso, se estiraba mucho lo de decorar los nuevos
frutos del árbol genealógico con los nombres de los abuelos o recurrir a un
sencillo ejercicio de coordenadas en el almanaque de la cocina, ese que cada
primero de Enero se coloca detrás de la puerta. Haciendo coincidir el día del
nacimiento con el santoral correspondiente al mismo, et voilà! ya tenían el acertado
nombre del (des)afortunado bebé.
La realeza, como es sabido, buscando la sospechosa pureza
divina gasta otros criterios más arcaicos, frívolos, hueros y vanos.
¿Y a hostia de qué viene todo ésto? Viene dado por los
sueños. ¿Quién no ha soñado alguna vez y una vez despierto ha tenido trazos del
sueño haciéndole compañía en la almohada durante unos minutos? Aunque bien es seguro
que cuando ponemos los pies en el suelo ya no nos acordamos de nada de lo que,
en nuestro plácido letargo, hemos vislumbrado. Los sueños se van a no sé qué
lugar o desaparecen como si de un estado gaseoso se tratara.
Yo tengo un sueño atrapado en una cámara de fotos para que
no se me olvide. Lograrlo es tan sencillo como dormir con una libreta y un lápiz
bajo la almohada de los sueños. Es como llevar una cámara de fotos a mis
ilusiones, fantasías o irrealidades. Como no quiero ser carcelero de nada ni de
nadie hoy lo soltaré para que vuele libre;
El pasillo es largo y algo ansiógeno, los
fluorescentes del techo permanecen encendidos y eso es, quizá, un alivio. Desconozco
dónde me encuentro, por eso camino discretamente sin saber adónde me lleva semejante
corredor. Deslizando mi mano izquierda por una de las paredes que tengo más
cerca, hago saltos con ella en todas y cada una de las diferentes puertas
blancas que encuentro en mi camino. Sé que despegar la mano de la pared supone
ser engullido en cualquier instante así que el momento de volver a ponerla
sobre ella es para mí un alivio y sobre todo una seguridad, hasta que me confío
y ZAS,,, soy tragado por la nada volátil y me veo bajando unas escaleras. Hay
más oscuridad puesto que no hay luces de ningún tipo, aún y todo veo muy bien y
en el camino me encuentro con gente que me saluda, algunos conocidos, otros no
pero todos saben hacia dónde me dirijo. Yo no. La sensación de atoramiento es
tal que me recuerda al juramento hipocrático de aquel hombre que se paseaba vivito
y coleando con semejante agujero en el flanco después de reventarle el hígado
en mil pedacitos como un galán, invitando a las mujeres de todos sus amigos a
hacer el amor con él.
En una habitación encuentro a una conocida, sé quién es pero
omito el nombre, está llorando porque ha perdido su melena rubia, morena o
castaña, cambia el color, la tranquilizo diciéndole que el pelo crece, que no
se preocupe, entonces se ríe y vuelve a tener el mismo pelo otra vez. Le digo
que esto es un sueño y que en los sueños todo es posible, ella contesta que no
está soñando pero que últimamente ha pensado mucho en mí y por eso está conmigo
en este momento, me indica que Ane también está aquí, no me inmuto, es como si
lo presagiara de antemano, la que está pensando en mí me da un abrazo y se marcha
llorando, resignada por no sé qué y dejando tras de sí un rastro de melena
porque se le vuelve a caer el pelo. Trato en vano de seguirla, la llamo pero se
pierde. Adiós, sus pelos se enredan entre mis pies.
No veo a Ane, pero siento su figura porque su aroma es
inconfundible, es tan evidente que hasta podía asegurar que una vez despierto,
mi nervio olfatorio todavía recibe el olor característico. En la pared donde ha
dicho que se encuentra ella veo gavetas cuadradas de acero inoxidable. Resulta
horrible pensar en lo que son; cámaras frigoríficas de la morgue. Creo que
puedo despertar cuando yo quiera pero la curiosidad me lleva a acercarme a
ellas. Temiendo despertar de un momento a otro leo un nombre en cada gaveta; Ane,
Pedro, Jordi, algunos más que no recuerdo y, el mío.
Despierto, esclavo de mi destino y con un nudo en la
garganta soplo.
Bajo la almohada tengo el bloc, el lapicero…
Escribo, silencio.