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martes, 20 de octubre de 2015

Trastorno cuadripolar.





      Escapar del preciso momento en el que la muerte está cachonda, mirándote sonriendo,  apostada sobre el tronco de un árbol marchito, apagado, seco y gris.
La prudencia; virtud cardinal como brújula que indica dónde se ha escondido la vida, tierra quemada, agua salada germina, se desliza y siendo incapaz de apagar al fuego se torna vapor, estado gaseoso —¿y si no lo paras arderás? —Eres consciente de que sí pero te repiten una y mil quinientas seis veces eso de; —para o te quemarás—.
…iros a la mierda.

Te descubres a ti mismo, despiertas, sueñas con los ojos abiertos, piensas y te olvidas de las historias, del sudor o de las carreras contrarreloj que te enfangan, si cabe, un poco más y aún enlodado haces como si nada; te olvidas. Sí, te dejas vencer viendo desmoronarse torres más altas que Taipei 101 y tú diminuto aguas abajo vas. La corriente que te arrastra es vertiginosa, indomable. No hay troncos flotantes como en los dibujos que veías de pequeño y que auxiliaban al ratón bueno redimiéndolo de una muerte casi segura, es el cajón de las blasfemias y lo haces, ¿por enésima vez? te da lo mismo. En esta carrera contrarreloj no hay quien recoja el testigo y lo peor de todo es que esta vez lo llevas tú, tú y nadie más; es tu carrera de fondo. Agotado y confundido masticas, palpas y vives lo que otros no son capaces ni de imaginar y obedeces sólo a tu pernicioso instinto. —Qué asquerosidad de fango—, te repites.
Mientras recibes una sonrisa de alguien desconocido para ti, ella se gira y la vuelves a ver; es ella, la parca cachonda, sonriente que apostada sigue aun sobre el tronco de un árbol seco y gris. Todo es ocre pero la postal sale en blanco y negro y esto es una puerta giratoria que te devuelve agotado, de nuevo, al punto de partida.

 
De repente una canción, una carta como la última que escribió Carver a Adelman. De repente, bla, bla, bla y empieza de nuevo; la puerta giratoria, una espiral, el fango, el iros a la mierda o la corriente vertiginosa e indomable de un río sin troncos a los que agarrarse redimiéndote de una muerte casi segura.
…todo sigue siendo ocre, ahora incluso la postal. Fin de la canción.

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